Juanita Gallardo |
Domingo, 23 de Diciembre de 2007 21:43 |
Se pasea por la vida de la Quintrala, del Presidente Balmaceda, entra en los secretos de los grandes próceres y los legendarios aventureros, destapa baúles llenos de polvo y almidón para sacar los tesoros escondidos de la vida diaria, para encontrar a los seres humanos de carne y hueso, que lloran y ríen, como todos nosotros. Para Juanita la historia no es "sagrada", como nos la enseñan en el colegio, sino también una forma de interpretar los hechos. Y puede haber muchas, tantas como historiadores. Y ella no es precisamente historiadora, sino socióloga, escritora y tiene también un postítulo en dramaturgia. Por lo tanto, cada una de sus inmersiones en los documentos de una época es una aventura fascinante, tanto para ella como para sus lectores. De cada una de esas "inmersiónes" nos trae estatuas humanizadas y monumentos redivivos con los que podemos entender mejor el mundo en que vivían aquellos que a veces son sólo nombres grabados en las placas recordatorias del pasado. Los últimos días del Presidente Balmaceda, en Balmaceda, sus últimos días; la vida de Rosario Puga, la madre del hijo no reconocido de Bernardo O´Higgins, en Déjame que te cuente; los ancestros de la Quintrala, en Herencia de fuego y la azarosa e increíble vida de Catalina Erauso, una monja que se convierte en soldado, en Las confesiones de la Monja Alférez RIGUROSIDAD Y FICCIÓNA Juanita Gallardo le importa mucho la documentación, la rigurosidad de las fuentes, pero tiene claro, dice, "que esa no es la verdad con mayúscula". Lo que le importa, fundamentalmente, "es que sea entretenido, dramático e invento mucho para unir datos y crear ambientes". Cuenta que a veces hay datos verdaderos que son secundarios y cosas de la imaginación que se presentan como importantísimas y que incluso a ella se le olvida qué es lo inventado y qué es lo cierto. Pero aclara que no se puede inventar e imaginar "lo que a uno se le ocurra", ya que eso está bastante determinado por los otros datos, los que van empujando hacia lo coherencia del relato. Y como el presente y el futuro se alimentan del pasado, esta enamorada de la historia viva nos regaló hace poco las peripecias de la turbulenta y aguerrida monja Alférez -quien se disfrazó de hombre para venir a pelear a las tierras del Nuevo Mundo- y esperamos que su pluma no se detenga y siga regalándonos con la increíble vida de los científicos que llegaron a nuestro país en el siglo XIX, entre otras de las tantas ideas que la rondan. LEER ES UN PLACERJuanita tampoco se escapó de Palabra de Lector y aquí van sus respuestas: - Cómo fue tu acercamiento a la lectura: - Empecé a leer a los 8 años, cuando tuve una hepatitis que me tuvo en cama por meses en época en que no había televisión en mi casa. Después retomé con más bríos la lectura como los trece, algún verano, de puro aburrida; pero la verdad es que siempre he sido muy lectora e incapaz de ver tele. - Cuál es el libro o los libros que te han remecido - Son muchísimos. Entre ellos Mujercitas, Hombrecitos y similares de chica. De adolescente, en el colegio, disfruté: Durante la Reconquista, de Blest Gana.; Alsino, de Pedro Prado; El socio, de Jenaro Prieto; Hijo de ladrón, de Manuel Rojas y La amortajada, de María .Luisa Bombal. A partir de los 16 o 17 años, los latinoamericanos: Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera, de García Márquez; La ciudad y los perros y la Casa verde, de Vargas Llosa; todos los cuentos de Borges y Cortázar; Los pasos perdidos, El reino de este mundo y El siglo de las luces, de Carpentier; Aguirre, Príncipe de la libertad, de Otero Silva; Doña flor y sus dos maridos, de Jorge Amado; La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes; Pedro Páramo, de Rulfo. Otros memorables: Arráncame la vida, de Angeles Mastretta; El tío Petros y la conjetura de Goldbach, de Apostolos Doxiadis; Los cuarenta días del Musarab, de Franz Werfel; El barón rampante, de Calvino; El nombre de la rosa, de Umberto Eco.; Camisa limpia, de Guillermo blanco.; El corazón a contraluz, de Patricio Manns; El habitante del cielo, de Jaime Collyer; La mujer del teniente francés, de John Fowles. Todo Alvaro Mutis. Todas las sangres, de Arguedas. - Qué libro o libros recomendarías como fundamentales para leer y releer. - Los que nombré en el punto anterior. - ¿Por qué deberíamos leer? - Le quito el deber para que nos quede el placer. Placer de visualizar lo que leemos, placer de evadirnos de la realidad aplastante, placer de conocer otros mundos. |