Libro Libre Chile

El que busca un libro siempre lo encuentra.
Deja que los libros circulen, es señal que avanzamos.
El libro leído jamás será vencido.
Quien mucho lee, mucho puede.
Quien salva un libro, salva un mundo.
No temas caer en la tentación del libro.
Quien con libros se acuesta, amanece más despierto.
Libro que has de leer, no lo dejes correr.
Más vale un libro en la mano que cien volando.
Seamos realistas, estimulemos la lectura.
Libro Libre Chile
Altares del Caos
Viernes, 17 de Agosto de 2007 18:31

Altares del Caos


1

Cuerpos, todos ellos iluminados por el oro

de su imagen insomne, pequeños fantasmas

devorados por la luz de la inercia, contagio

de caídas a flor de una atormentada utopía.

¿Quién nos abandona despierto en sí mismo?

¿Desterrados los largos planos urdidos en alarde

mientras el tiempo se estiraba en silencio?

¿Quién me sigue cuando sigo rumbo a lo visible?

Cuerpos de no se sabe cuál dolor, figuras

del abismo, sombras de nuestra propia sombra.

 


2

Cuerpos enteros en fuego, de celosos curupiras

que asombran la duda sagaz de las cenizas

en los mohosos escritos de un dios, todos.

 

¿Cuántos éramos? La suma de invocadas caídas,

un lar de entregas, albergues de la soledad.

Corriendo el mito oímos el lamento, tantos,

el corazón cubierto de dolores en cada habitante:

Todo aquí lo creamos a imagen del deseo, decía

la placa a la entrada. No se exige del fuego sino

que queme o ilumine, lo que fuera, todo.

 


3

¿Qué hicimos contra el dolor? ¿Qué planes?

Soluciones químicas, de rápido transporte,

euforia de demonios cada vez más raros de sí.

Continúe el caer, hasta que la caída desaparezca.

¿Para dónde nos movemos si nada se mueve

en nosotros? Lo que buscamos más allá de la caída

no pasa del retorno de la prodigiosa sombra

de lo que más tememos: simplemente pensar.

¿Por qué escribo? Porque así muere

mucho mejor en mi el asesino que soy.

 


4

¿Regresar de dónde? ¿Habrá sido largo el trayecto

si todavía no salimos de la codicia, del remordimiento

o del olvido? Si había algo en mí

escondido era el destino, de seguro zumbando

por las quejas y enjuiciamientos, el noble emporio

de valores de nuestro tiempo, trapos de memoria,

mercado de encantadoras criaturas que adoran

e injurian y matan y murmuran y encubren

los cuerpos cortados en fuego para que se anime

el día de la palabra que no falte a nadie más.

 


5

A la sombra del suceso, un ciego nos redime.

¿Qué hora tiene? Tal vez haya un crepúsculo

allá afuera. Algo que pueda atestiguar lo inamovible

de tantos cuerpos, asentarme en sus motivos.

¿Seremos sólo un mismo dolor ardiente, capricho

de alguna sombra que nos ausculta y define

mientras buscamos reposo y agonía, nuestros?

Cuerpos restados de nada, reescritos en el vacío.

Se tornan innumerable patrimonio de sus días,

gente de negocios que no parece humana.

 


6

Doble de mi propia muerte destinada,

atisbo de lo que represento, agonía íntima.

Antes discutíamos: ¿hay un consejo de hombres

o de dioses? Apenas un toque de la carencia.

Caricia de los puntos mágicos que actúan, sordos

amuletos, sumados a lo que de ellos hay en mí,

toda la tierra despeñada sobre el verbo, el sonido

de cintilaciones que urden al imagen que clava

el sentido en la piedra — sea el deseo la locura,

la poesía la azotada instancia del equilibrio.

 


7

¿Qué esperan de sí cuerpos que solamente ahora

dejan de sangrar? ¿Una muerte en tercera persona?

Todo los lleva a creer que somos parte de aquello

que fuimos. Si nos falta aire y aún bailamos,

luego seremos el aire y la danza olvidados en sí.

Nunca estamos camino de nada, nada, nada

en nosotros anticipa una cosecha por alcanzar.

Sombras que sangran en la noche al son de la duda.

Una rebaba de hábitos, penumbras de agonía,

verbo trocado con el infierno, rigores sin alarde.

 


8

Iluminados los cuerpos, a leerlos fui invitado.

Traje conmigo un rabino y la duda acerca

del origen de la caída. El dolor nos abandona

en la medida de la gloria de su rastrojal solemne.

Estamos aquí para el infierno y no hay medidas

para su vaticinio. Cuando mucho acentuamos

el propio fin, deseado con oculta precisión.

No nos libera el deseo de algo que sabemos.

Cuerpos sangran y fulgen y gozan y se abisman.

Nada puede el dolor de uno contra el altar de todos.

 


9

Perderse no es ya con el cuerpo, no tiene

cómo combinar los errores con sus aciertos.

¿Fidias aún esculpiría sombras? ¿Cuántos crímenes

albergará en tan preciosa arcilla? No importa

qué nombre le demos, una vez aceptado su arte.

Me explicó un día que ellas significaban por

sí mismas y que apenas les da un cuerpo.

Cafute, Azufrado y El Maligno, misma y múltiple

figura que baila con el lenguaje del asombro

abatido, espléndido, significando casi nada.

 


10

¿En qué tiempo ocurre el verso? ¿De dónde proviene

todo el mal de la poesía? Mira el viejo dolor, la sombra,

ve que nos asombra su ardor. Furtivas

serpientes de la imagen, el maizal de sus lunas.

Si no viene de la nada no es creación, me dice

la disforme criatura que semanas ha residía

en los fondos de una taberna, desnuda ardiendo en frío.

No pasa de débil atisbo el arte hoy aceptado,

vértigo del doble, delirio de otro prometido.

Para librarse de ese letargo sólo hay que crear.

 

arte: hélio rôla / poema: floriano martins
traducción: benjamin valdivia fortaleza é nossa debilidade
UNA COLABORACIÓN DESDE BRASIL

 

 
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