Raúl Zurita: UN LIBRO SOBRE UN INSTANTE TENDRÍA DOS MILLONES DE PÁGINAS |
Domingo, 15 de Marzo de 2009 00:56 |
Artículo de Raquel Azócar Escamilla. Entrevista de Vivian Lavín y Mario Valdovinos. Programa "Vuelan las Plumas". Radio Universidad de Chile. 22 de octubre de 2003.
¿Qué es la cotidianeidad, para un poeta que siente en forma tan intensa?. "Vivimos una épica invertida", dice, respondiendo a la pregunta que le formula en diferido el poeta Tomás Harris. "Es una épica del fragmento, del derrumbe; el sólo hecho de estar, la travesía de un día implica todas las Odiseas y todos los Ulises. Tú no sabes si vas a volver al lugar del cual partiste en la mañana", reflexiona. Dice que en medio de este mundo lleno de sonidos, de marketing y frases publicitarias, la poesía es el arte más frágil, más náufrago, sin embargo, es el arte más poderoso, porque es el único que puede dar cuenta del milagro de la existencia. "Es la épica de la supervivencia, más vasta que la de Homero; toda vida humana no es más que una épica. Como el Ulises, de Joyce, todo ser humano vive, en el lapso de un día sus milagros y su épica, una épica que se construye a partir del derrumbe y la armonía del lenguaje". Zurita señala en su obra a la frase poética como la visión de la "piedad en cada detalle del mundo". Es como entender que el más leve gesto, dice, "el más leve rocío sobre las flores de un árbol de cerezo, la llegada del hombre a la luna, cada detalle, quiere ser descubierto". Reafirma que la poesía es el arte que permite que todas las visiones confluyan; que el brillo de unos ojos atisbado desde un carro de metro, pueda ser tan intenso como la construcción de la Muralla China, como la construcción de Roma, como el Descubrimiento de América. Raúl Zurita no ve un antagonismo entre su título académico -ingeniero civil-, con su oficio de poeta. "En un mundo donde el llamado ´paradigma´ es la Ciencia y la Técnica, no es en absoluto un contrasentido, y allí están Sábato y Parra, entre otros". La obra de ingeniería más grande, dice, es El Canto General, de Pablo Neruda. Cuenta que a los 15 años descubrió la pasión de la lectura con Adiós al Séptimo de Línea. Desde ese momento no paró nunca más. Egresó de Ingeniería, pero no se tituló. Vino el golpe, estuvo preso y todo se interrumpió. En 1979 ya es parte de un colectivo de arte, en momentos, señala, en que no había posibilidades de expresión y reinaban el miedo y la muerte. "Pretendíamos ocupar los espacios públicos, bombardeamos con poemas a Santiago y estampamos ese No + que fue un anticipo del No del plebiscito". En esos años demenciales, dice, por ahí por el 74-75, tiene un reconocimiento crucial por parte del crítico de El Mercurio, Ignacio Valente. "Sentí por fin que alguien escuchaba y sentí la gratitud de mi vida", recuerda. La poetisa Teresa Calderón, en diferido, preguntó a Zurita por su obra más apreciada. "Me cuesta ver mis libros separados y por eso no sé cuál me gusta , siento que tal vez una pequeña parte de La vida Nueva -Felices los felices- me podría llevar al otro lado", señala.
Con su libro El día más blanco, que algunos calificaron de novela y otros de testimonio, dice que no tiene una relación de cordialidad. Escrito para quedar en paz con sus fantasmas, dice que no lo logró. El padre desaparecido a los 31 años, al que siente como un hijo muerto, le hace experimentar un ejercicio extenuante, del cual no sale exorcizado. Sin embargo, dice, en ese libro inacabado ve ciertas claves -que él mismo ignora- de lo que ha podido y no ha podido hacer. "Los seres humanos somos los primeros fantasmas de nosotros mismos". Ese libro inconcluso quedó como finalista en el Premio "Rómulo Gallegos", algo de lo que se enteró cuando leyó la noticia en un diario. En El día más blanco hay imágenes como la del aviso publicitario aéreo: "Perlina y Radiolina lavan mucho mejor". Después que lo vió lo olvidó. "Parecía la imagen de un sueño, a veces se mezclan éstas con la realidad y no sé cuáles son unas y otras", dice. Pero el aviso fue tan real como Armando Cortínez, el aviador que llevaba por los aires esa frase publicitaria, y de cuya nieta fue amigo. Tal vez, dice, esa fue la imagen de infancia que volvió y que se concretó en los versos lanzados al cielo de Nueva York, en esas suertes de instalaciones poéticas. Su obra Poemas Militantes, a pesar de su honestidad, dice, y de que hay cuatro poemas que se "podría llevar para el otro lado", fue muy mal leído. Dice que se entendió como un libro cortesano, cuando precisamente plantea lo irreconciliable de las dos soledades que son el poder y la poesía. Su último libro, INRI, publicado en septiembre de este año por el Fondo de Cultura Económica, nació del abrupto choque con la verdad oficialmente reconocida: los cuerpos de los detenidos lanzados al mar, ríos, lagos y cordilleras. "Escuchar ese reconocimiento fue ver este libro, ver el gran memorial en que vivimos." Su proyecto poético Diálogo con Chile lo entiende como el final de una obra, de una vida. "Si yo quisiera ordenar, ése sería el final", dice, explicando que, al igual como en una película, uno puede filmar el final mucho antes que termine. |