Sangre en las venas. Eso tenía Carmen Lazo. Ni más ni menos. La tibieza y las medias tintas no se le daban bien a ese corazón aguerrido y a esa convicción ciega en la posibilidad de un mundo mejor, para todos, no sólo para unos pocos.
Mujer de una pieza. Así era Carmen Lazo. Heredera de valores humanos intransables que le legaron sus padres, supo siempre que la preparación intelectual debía ir de la mano de la preparación política que tuvo de sobra desde los 13 años, cuando ya recorría el Norte esparciendo las ideas que le eran tan caras.
Desde pequeña siguió el ejemplo de su madre, quien, aunque vivía agobiada de trabajo doméstico, siempre encontraba el minuto para leer un buen libro y compartirlo con sus hijos.
De allí partió la pasión lectora. Y para un corazón apasionado, como el suyo, sería una “Doña” pasión. En sus Memorias, publicadas en el año 2005 bajo el sello de Editorial Planeta, dedica varias páginas a contar de sus libros y escritores favoritos y cómo le gustaba transmitir a otros las oportunidades y posibilidades que dan los libros para conocer culturas y sentires diversos, para informarse, para prepararse, en definitiva, para desarrollarse como persona.
Aventuras en familia
En este libro en que repasa su vida –La Negra Lazo, Memorias de una Pasión Política-, cuenta emocionada de dónde surgió su amor a los libros:
“A pesar de la intensa actividad doméstica, mi madre se daba tiempo para leer. Le encantaban Dostoievski, Tolstoi, Gogol, Alejandro Dumas, Víctor Hugo y otros, pero leía las obras por capítulo. Nosotros la escuchábamos cómo se inquietaba los días en que aparecía el semanero y cómo juntaba la plata sin afectar los gastos. Ella se conocía todos los personajes de la literatura rusa y francesa. Por la casa desfilaban las aventuras de Margarita Gauthier en La Dama de las Camelias, las desgracias de Jean Valjean en Los miserable, los problemas de conciencia de Raskolnikof en Crimen y Castigo, la fatalidad de Madame Bovary en la obra de Flaubert o los infortunios de Nana en la novela de Zola. Estas historias venían por fascículos y ella comentaba semana a semana los avatares de estos seres desgraciados, cuyos autores influyeron en la literatura chilena y cautivaron a miles de lectores de todas las edades y clases sociales. Siempre se recuerda que Chile, en aquellas décadas, tenía el récord de contar con los mejores lectores de América Latina. En una sola época se pudo equiparar y superar el entusiasmo de aquellos años por la lectura<. Durante el gobierno de la Unidad Popular. La Editorial Quimantú puso los libros al alcance de todos. Salieron a la venta miles de textos al precio de un diario o un pasaje de micro. La gente respondió con entusiasmo a esta política cultural.”
Un abrazo fraterno entre Carmen Lazo y la Coordinadora de Libro Libre Chile en el Sur del país, Jacqueline Lagos. La fallecida diputada tiene en sus manos uno de los hermosos libros de la escritora osornina.
Añoranza del Chile lector
El libro de Memorias de Carmen Lazo está lleno de alusiones a los libros y al amor por la lectura. Lectora precoz, militante aplicada que realmente leía a los clásicos de su tendencia, iba a las fuentes, no se quedaba en los folletos y en las superficies. Lectora de poesía, novela, cuento, filosofía, política, ensayo. Una mente abierta, tan abierta que sus compañeros de Partido le pusieron todo tipo de cortapisas para que no accediera de nuevo al Parlamento. Ella, una parlamentaria de estirpe, no supo ser “políticamente correcta”, como querían sus correligionarios y supo poner siempre el dedo en la llaga, donde más dolía. Pero mejor escuchémosla nuevamente hablando de una de sus grandes pasiones, la lectura:
“Es revelador que la gente trate de buscar el facilismo y se niegue a pensar. Cuando estoy sola y quiero ver televisión elijo canales como ARTV o A&E Mundo. Prefiero conocer la vida de Beethoven o Chaplin. Incluso, me parece tremendamente interesante un personaje de la vida norteamericana que refleja la crueldad de ese país hacia los seres humanos, como es el caso de Marilyn Monroe, verdadero mito y ejemplo de la perversión de un sistema que destruye al individuo.
Cuando se habló que venían los extraterrestres se lo creyeron, porque son una nación de borregos, y se volvieron locos. Si los de allá se asustan, ¿por qué no nos vamos a asustar nosotros?.Cuando un americano medio te visita, si es un hombre fino, trae flores, cosa que a mi me encanta,, porque soy deschavetada por las flores. Pero en Chile, a una amiga que estimo le puedo llevar un libro, porque si le llevo flores todo mi compromiso está en que las pido a una florería. Me las mandan y así salgo del compromiso. En cambio, si le regalo un libro, después tenemos que comentarlo y se va creando un vínculo intelectual, que es más profundo. Hablo de libros, porque a mí me gusta leer. Me encanta la poesía. Walt Whitman, Baudelaire, Paul Valery, Rimbaud; en fin, todos los poetas malditos me parecen tremendamente atractivos. Es decir, estamos en condiciones de hablar de temas más interesantes.
El libro aquel decía que el americano medio se levanta a tal hora, toma café con cereales, siempre de buen humor ayuda a su señora a lavar la loza y el servicio, y en determinado momento recoge el diario que tiró un niño en su puerta. ¡Y qué lee? Primero, la tira cómica; mira la portada para tener una idea nada más. Se va a trabajar y no regresa a almorzar. Si es pobre, se come un “perro caliente” en la calle; si no es tan pobre, se va a un bar y se toma una cerveza, agregando un sándwich a su menú; si es más pobre, se lleva el sándwich de su casa y se lo comea la hora que le toca. Cuando vuelve a su hogar, mira el mismo diario de la mañana para buscar el canal en que puede ver el fútbol americano, el béisbol, el hockey, el boxeo, el básquetbol”.
Nostalgia de Quimantú
La “negra” Lazo no puede dejar de rememorar los tiempos en que se leía mucho, y no sólo diarios. Los libros estuvieron en un momento al alcance de todos y todos leían. Eso demuestra que hoy no leemos por la carestía, no porque seamos flojos o nos falte alguna neurona. Es cosa de escucharla:
“¿Qué pasaba en Chile en la época de la Unidad Popular? Como siempre he viajado en micro, observaba hasta de qué partido era un pasajero, porque llevaba un determinado diario. El comunista andaba con El Siglo, el socialista con La Última Hora, y era difícil ver a un momio en el bus mirando El Mercurio. La gente leía mucho, porque en esa época estaba la Editorial Quimantú. Personalmente, me lo leía todo, porque allí publicaban hasta a mis poetas malditos, los románticos y los costumbristas, como el Martín Fierro. Cada vez que me pagaban subía a mi bus cargada de libros y también me alcanzaba par acomprar obras empastadas en cuero, porque los momios, cuando se dedicaron a acaparar productos, se les olvidó lo cultural, y nunca hubo precios más baratos que en esa época. Logré tener las obras completas de Diego Barros Arana; también las de Francisco Antonio Encina. Todo eso me lo robaron. Adquirirlos hoy día vale una fortuna, por lo que estimo que nunca volveré a tenerlos. Vimos una época en que uno de los productos más caros que existen en nuestro país son los libros, y tal vez por eso se piratea tanto.
Esos fueron grandes momentos que vivió nuestra historia, aunque nadie quiera reconocerlo hoy día; notables períodos de la vida.”
Como vemos, la otra pasión de la “negra” Lazo fue la lectura. Y por ello rememora con tanta fuerza aquella efervescencia lectora en el Chile de principios de los ’70. En esta oportunidad sólo reproducimos una muy pequeña parte de las menciones que la ex diputada hace de sus gustos literarios, de los libros que la impactaron y de cómo vivió el auge librero de Quimantú, pero sus Memorias están llenos de acotaciones, recuerdos y comentarios acerca de autores de todos los tiempos y libros señeros en su vida, una vida entregada con alma y pasión a sus ideales.